El espía que surgió del frío, de John Le Carré, y la novela de espionaje

El espía que surgió del frío está considerada una obra maestra del género de espionaje de ficción. Su autor, John le Carré (David Cornwell, 1931-2021), era un fecundo escritor de thrillers políticos y de espionaje que aún continúa ostentando el título de rey de la novela de espionaje con la publicación, a modo póstumo, de Proyecto Silverview(2022)
Para los amantes del género, Le Carré es una referencia inexcusable: muchas de sus novelas ha sido llevada al cine y todas se han traducido a numerosos idiomas. Al igual que Graham Greene e Ian Fleming, otros ilustres del género, trabajó para el servicio secreto británico: comenzó su andadura literaria mientras trabajaba como empleado del British Foreign Service en plena Guerra Fría, verdadera época dorada del espionaje, y su experiencia en aquellos años le sirvió para documentarse y ambientar sus novelas.
Sus dos primeras novelas, Llamada para el muerto (1961) y Asesinato de calidad (1962), presentan a su popular antihéroe George Smiley, el contradictorio y gris agente del Departamento de Contraespionaje británico que volverá a protagonizar en El topo (1974) o La gente de Smiley (1979). Smiley también tiene una breve aparición secundaria en su tercera novela, El espía que surgió del frío (1963), que se conviertiría en un best-seller hasta el punto de permitirle dejar su trabajo y dedicarse a la escritura a tiempo completo bajo el seudónimo con el que había comenzado a publicar en 1961: John le Carré.
Como género literario, la novela de espionaje surgió como un subgénero de la novela de aventuras, y se desarrolló especialmente en los países anglosajones a mediados del siglo pasado. En la segunda mitad del siglo XX, coincidiendo con el apogeo de la Guerra Fría, se convirtió en una modalidad autónoma de la narrativa policial, compitiendo en popularidad con los best sellers de detectives. Su florecimiento se debe en gran medida a las aportaciones de los ya mencionados Graham Greene e Ian Fleming y a la del propio Le Carré, y su consagración definitiva se produjo a principios de los 60, cuando el éxito comercial y las adaptaciones cinematográficas de las novelas de Fleming convirtieron al personaje de James Bond en un fenómeno planetario. Sin embargo, al contrario que Ian Fleming, cuyas novelas de 007 están mucho más cercanas de los relatos populares de de acción y aventuras que del espionaje, Graham Greene y John Le Carré utilizaron las novelas de espías para construir historias morales, desarrolladas en un entorno realista y turbio, que lograron dar una nueva hondura al género. Así, frente a la ligereza del flamante héroe de acción de Fleming y sus misiones fantásticas ambientadas en exóticos y lujosos escenarios, los personajes de John Le Carré son una suerte de desencantados funcionarios que se mueven en la atmósfera gris de los pasillos y las cloacas de los Estados. Como señala Carlos Pujol en el prólogo de la edición de Debolsillo de El espía que surgió del frío, las novelas de Le Carré suponen “una deliberada inversión de los recursos novelescos de Fleming; en vez de lo excepcional y vistoso, lo vulgar y anodino; en vez de la brillantez ambiental, un decorado sucio y deprimente; en vez de la deportiva exaltación del eterno triunfador, el cansancio desengañado y la derrota íntima del que sabe que perderá; en vez de la fanfarria del erotismo, un amor triste y patético entre dos almas solitarias; en vez del espía-espectáculo, la anatomía moral de un hombre del oficio; en vez del colorido suntuoso, una atmósfera perennemente agrisada.” En El espía que surgió del frío, Alec Leamas, antiguo responsable del espionaje inglés en Alemania Oriental, ha visto como casi todos sus agentes han muerto o han sido detenidos por los alemanes del Este. Su superior, Control, le hace volver a Londres para preparar una operación sucia y arriesgada que permitirá liquidar al máximo dirigente del espionaje de Alemania Oriental. Leamas acepta el riesgo y la sordidez de la operación, pero a medida que se adentra en una trama que juega con el lector en una maraña de agentes dobles, va comprendiendo que no es más que un peón que puede ser sacrificado en bien de la colectividad en una interminable e inmoral partida de ajedrez gigante que trasciende a los individuos. El espía que surgió del frío destaca tanto por la humanización de su protagonista, Alec Leamas, como por su atmósfera gris y sobre todo por su realismo desmitologizador.
La obra de Le Carré se alza como uno de los mejores y más informados relatos sobre la Guerra Fría. Sin embargo, la caída del Muro no acabó con Le Carré, que ha seguido escribiendo novelas magníficas modernizando sus temas e introduciendo aquellos elementos que conforman la compleja realidad geopolítica internacional de nuestra época: la desintegración de la Unión Soviética (La Casa Rusia), política estadounidense en Centroamérica (El sastre de Panamá), los chanchullos de la industria farmacéutica (El jardinero fiel), el terrorismo islámico (El Hombre más buscado),...

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